Fa molts anys, vaig escriure això. De fet, va ser el meu primer article aparegut en un mitjà. Recordo que quan es va publicar tornàvem de fer cims al Pirineu francès i vaig comprar el diari a Salardú, a la Vall d'Aran. Va ser l'últim estiu de muntanya de debò. Després, poc a poc, vam deixar d'anar-hi. La meva feina de cap de setmana i totes les excuses del món. Aquest estiu ens hi hem retrobat. A un nivell molt amateur, amb excursions que no eren cims però que demanaven una mica d'esforç, amb desnivells per sobre dels 800m. No m'havia adonat fins ara fins a quin punt formava part de mi, m'alliberava, m'omplia. La muntanya no ens necessita. Nosaltres a ella, sí.
Sueños de altura
"Pasamos una nueva página. En la vida de los hombres hay otros Annapurnas". Así termina el relato que Maurice Herzog escribió sobre la primera ascensión de la historia a una cima de más de 8.000 metros. Corría el año 1950 y el Annapurna, la Diosa de la fertilidad, les costó, a Herzog y a su compañero de cordada, Louis Lachenal, serias amputaciones en manos y pies. En la vida de cada hombre hay otros Annapurnas, otros objetivos, pero la montaña es un canto de sirena. Y por muy hercúleos que sean los esfuerzos para resistirse a su llamada, muchos son los que sucumben a sus encantos, y no pocos los que deciden inmortalizar estas experiencias a través de la escritura. Es el caso de Eduard Sallent, que tenía veinicinco años cuando el Himalaya cambió su vida. Era el verano de 1997, y una expedición catalana se disponía a escalar el Nanga Parbat, la montaña asesina. De los cuatro amigos que llegaron a su cima, sólo tres regresarían con vida al campo base. "Hay un antes y un después del Nanga", comenta mientras comemos en su casa con Dolors, su mujer. "En
Mentre hi hagi llum, más que una tragedia intento explicar un acto de supervivencia humana. Me despertaba y no tenía claro si seguiría con vida cuando terminara el día. Pero ya no es posible narrar epopeyas al estilo de Herzog, pues las montañas son las mismas, los que cambian son los hombres". Consciente de que no hay historia de montaña sin historia humana, la fuerza de su narración no es sólo la de las gestas, sino la que expone el arco iris de emociones que un grupo de amigos puede llegar a vivir en situaciones extremas.
A 7.500 metros de altura se entra en la Zona de la Muerte. Esto significa que el desgaste fisiológico que se sufre a partir de dicha altitud es tan grave que no conviene pasar mucho tiempo por encima de este límite vertical. Pese a todo, y bajo los efectos de la hipoxia (falta de oxígeno), el conocimiento del escalador se ve abrumado por un solo pensamiento obsesivo: llegar a la cima. Eduard Sallent lo describe de esta manera: "No tenemos conciencia de lo que estamos decidiendo y arriesgando. Sólo funcionamos por instinto. No hay otras posibilidades. La cima está cerca y continuaremos hasta ella, pase lo que pase. Siento como si flotara. Todo lo que sucede a mi alrededor es difícil de percibir con conciencia y realismo. La embriaguez de la altura se ha apoderado de mi y me domina". Más adelante continúa: "Habías leído en varios libros a grandes alpinistas soportando peligrosos vivacs por encima de los ocho mil metros. Hombres duros y valientes que aguantaban, agotados, noches eternas en medio de hielos eternos. Todo esto te había parecido siempre cosa de unos grandes hombres. Ahora te encuentras en su situación".
Ante estas palabras uno no deja de cuestionarse qué es lo que impulsa a estos hombres. ¿Qué buscan en esas inalcanzables inmensidades de piedra, hielo y nieve? Quizás la respuesta sea tan intangible como el viento que azota en las grandes alturas, pero no puedo dejar de preguntárselo: "Romper con la comodidad, ponerte a prueba en el otro lado para luego poder valorar aquello que tienes". Mentre hi hagi llum también habla de la crudeza y la belleza de la vida, de la superación de las ganas de abandonar, de abandonarse; es un reflejo de la impotencia ante la tragedia, y es, sobre todo, un canto a la amistad. "Joan ya no está. Quedamos tres: Quim, Toni y Edu. Tres hermanos, más que amigos". Como más adelante recordaría en su segundo libro,
Per ser tan blanca, "No me he sentido nunca un alpinista individual. Creo que no tendría ni la fuerza suficiente para subir las escaleras de casa. Lo que nos unía y nos hacía valientes era esta confianza y a la vez necesidad del compañero que se ata al otro extremo de la cuerda".
De modo distinto, pero con el mismo sentimiento de equipo, Sílvia Ferrandis, médico de la expedición de mujeres que alcanzó la cumbre del Shisha Pangma en septiembre de 2001, escribió
Les dones del Shisha. Como la propia autora reconoce, un libro como el suyo es un libro atípico en la bibliografía de montaña "Todo muy bonito, demasiado feliz, con poco sufrimiento, cuando la literatura de montaña que más vende es la que habla de tragedias, muertes y congelaciones". La verdad es que
Les dones del Shisha es también un libro sobre el factor humano en una expedición dónde todos los integrantes, incluidos los sherpas, eran mujeres.
El libro nació de una necesidad material: era un intento por encontrar capital líquido para la expedición femenina. Ferrandis buscó explicar la experiencia de una forma sencilla, tratando que el libro no fuera un reflejo personal, sino que relatara el punto de vista de todas las sishas (miembros de la expedición). "Lo que vivimos durante casi dos meses nos había acercado las unas a las otras de una manera muy especial". El resultado fue un libro muy documentado sobre la geografía, la historia y las gentes del Nepal y el Tibet, pero a su vez un libro que describe minuciosamente, y con mucho sentido del humor, el funcionamiento de la expedición: "En medio de ese paisaje enorme y desolado, donde hasta pensar era agotador, Núria no sabía qué esperar. Pero intuyó que la radio iba a traerle justo lo que necesitaba. Y lo confirmó cuando escuchó, inesperadamente, que en su aparato sonaba una canción familiar: Ets Bonica. Era Olga que empezaba la programación especial de una emisora que nació y murió ese mismo día. La Onda Shisha".
Ferrandis explica que la montaña representa una forma de vida y añade que no tiene sólo una visión deportiva de la montaña, sino que interioriza mucho las sensaciones. Para ella la montaña significa la búsqueda de los propios límites, de los propios miedos y la forma de vencerlos. "Ya ves", concluye, "me defino como una romántica de la montaña". Hace poco que regresó del Everest, donde la cordada femenina ha vuelto a alcanzar sus objetivos, y ya está preparando un nuevo libro sobre la experiencia en el punto más alto de la tierra.
Sin embargo, el relato de los techos del mundo es tan sólo la culminación de más de doscientos años de sentimiento de la montaña, de literatura basada en la pasión por las cumbres, según el catedrático de Geografía, Eduardo Martínez de Pisón, "de la transmisión de una experiencia personal que se adquiere en el centro de la gran belleza y la fuerte exigencia del territorio montañoso". Así lo explica en
El sentimiento de la montaña, un libro escrito a cuatro manos con el alpinista y director del programa televisivo
Al filo de lo imposible, Sebastián Álvaro. El libro, que arranca de una charla que los autores dieron en la librería Desnivel de Madrid, intenta explicar cómo, desde que se inició la conquista de los Alpes, a finales del siglo XVIII, la historia del montañismo ha progresado por un camino de éxitos, pero a su vez de fracasos, sufrimientos y tragedias. Esta historia física ha ido en paralelo con la necesidad de reflejar las hazañas y emociones vividas sobre el papel. Se trata, como los mismos autores reconocen, de un libro de relecturas que reflejan su propia concepción de las montañas y el sentido ético que les acompaña en ellas. A su vez, Martínez de Pisón reivindica la urgencia de una cultura de montaña en nuestro país, por el hecho de que forma parte de la cultura europea y, así mismo, porque cree que de ese modo tendríamos más respeto por sus paisajes. En palabras del gran alpinista Reinhold Messner, "las montañas no tienen por qué ponerse a nuestra altura, sino nosotros a la suya".
La Vanguardia, Cultura/s, 4 d'agost de 2004